domingo, 26 de noviembre de 2017



25 de noviembre, la marcha termina en la plazoleta, no tengo más agua en el termo, busco un tacho para tirar la yerba, pero nunca la tiro. En el camino escucho algo y lo garabateo en la libretita, la negra con flores, sentada en silencio en el cantero de un árbol. Últimamente se me descomponen un poco las creencias. Y ahí es cuando la veo; una mujer morena, con los ojos pintados en verde y una pollera de desdoble, gritando enojada, estaba furiosa... Era feminista.

La seguí con mis ojos, me daba un poco de miedo; no ella, no la existencia de ese ardor en sus entrañas, la forma en que se dilataba una vena en la frente o la de la garganta, la yugular. Me da miedo que exista el sistema devorador y absurdo que lo causa. Tenía la frente transpirada y la cara con el pegote del calor de la capital.
Cuando terminó la canción, un muchacho de rulos y una remera de Manu Chao le acerca un bolso con unos trencitos pintados a mano y un bebé, su hijo.
La mujer lo mira y llora, y lo abraza y llora más. El niño golpea levemente el rostro de su mamá y a mi me da la impresión de que le pide que no se rinda. Ella le dice algo, quizás por su dicción poco clara o mi enorme emoción, no puedo entender qué, tampoco lo necesito, entendía la ternura... Lo importante.
Es ternura, claro, es tierna la piel de ese bebé, la manito empapada, los trencitos, el sudor y las lagrimas timidas del rostro de su mamá, y son tiernas las palabras de la madre a ese niño. Le pregunta ella a su compañero si la aguanta un ratito más, "cómo no mi negra, venga usted" le responde, agarra a la criatura y le besa la frente, se ríen.
Parece inverosímil a todo lo que los rodea, los gritos, las bocinas, los saltos, las zapatillas sucias, la piba que pasó antes por Gral. Paz y 27 de Abril y gritó "¡Las van a seguir matando!". Parece desubicado, pero como las florcitas magentas, las que son yuyo, que salen en el medio de los pastizales secos en el campo, es una simbiosis.
Viene una compañera y le da un cartel, "Aborto legal para dejar de morir" dice, ella besa a su bebé y empieza a caminar, lo mira de reojo, con el cartel en la mano le hace ojitos y abre y cierra la otra mano como juntando montoncitos en el aire... de vuelta la ternura.


Se fueron de mi vista, quedé sentada en el cordón con la libreta en la mano, y el mate tumbado sobre la mochila, pensando que esa ternura; ella, él, el bebé, su compañera y el cartel, es el feminismo.


Pero primero hay que parir.