martes, 26 de noviembre de 2019


[Narrativa]
390 pág

En Cuentos completos se reúnen relatos y cuentos escritos por Virginia Woolf. Autora también de novelas y con una vasta producción ensayística, la literatura de Virginia Woolf puede observarse pulida y prolija a través de sus cuentos y relatos breves, como en La sociedad:
"Así comenzó todo. Éramos un grupo de seis o siete reunidas después del té. Algunas miraban hacia la sombrerera de enfrente, donde las plumas rojas y las pantuflas doradas seguían iluminadas en la vidriera; otras dejaban pasar el tiempo construyendo pequeñas torres de azúcar en el borde de la bandeja del té. Pasado un momento, según lo recuerdo, nos ubicamos alrededor del fuego y comenzamos, como de costumbre, a elogiar a los hombres. Qué fuertes, qué nobles, qué inteligentes, qué valientes, qué bellos eran; y cómo envidiábamos a aquellas que, por las buenas o por las malas, lograban unirse a uno de por vida. Hasta que Poll, que había permanecido en silencio hasta el momento, rompió a llorar. Poll, debo admitirlo, siempre ha sido algo extraña. Para empezar, su padre era un hombre extraño. Le dejó una fortuna en su testamento, pero con la condición de que leyera todos los libros de la biblioteca de Londres. Intentábamos consolarla lo mejor que podíamos, pero en el fondo sabíamos que era inútil."

Edita Ediciones Godot

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viernes, 8 de diciembre de 2017

Domingo. Me subí al bondi para ir a un ensayo que, en el transcurso de la parada donde me subo a la tercer parada siguiente, se cancela. Me bajo y camino de v, tengo el mate en la mochila, un libro de Sartre y un volante de Tarot en la mano, se larga a llover. Cuando llego a la plaza Colón pienso que no llueve tanto, que ya va a parar y me siento a tomar mates debajo de un árbol que resulta un refugio óptimo. Voy por el tercero, mi favorito, la lluvia no para. Me tocan el hombro y me atraganto con el mate, empiezo a toser, me abatato. La misma mano que me llamó la atención ahora rescata mi respiración, me calmo.
- ¡Ah, bueno che! Ni me viste la pinta y ya te atontaste, chinita.
Sonrío, no entiendo.
- ¿Me puedo sentar? Ya lo tengo fichado a éste, y golpea el árbol con la palma de la mano, tiene la mano como mi abuelo.
Le digo que por supuesto, le ofrezco un mate. Tiene ojos tricolor y en menos de 5 minutos me cuenta que se llama Alberto, pero que prefiere que le diga Paquito, que tiene más años que los que le gustarían tener, y que los domingos lo ponen raro, le dan ganas de llorar y de comer un tostado en el parque Sarmiento.
Me pregunta qué hago sentada ahí, le digo que me gusta la lluvia, quizás en exceso, y que desde la ventana del departamento no se ve nada. Le devuelvo la pregunta, y mientras cebo se me cae el agua en la mano, saca un pañuelo de la camisa, me lo presta para secarme, pero jamás se olvida la pregunta, respira hondo y cuando exhala como que lo hace dos veces... pide tregua.
- ¿Te digo la verdad, así a la cara y con este lluvia? No tengo ganas de volver a mi casa, casi nunca. Entonces ya voy encontrando recovecos en todos lados, acá de la lluvia, por allá en aquel otro del sol, me hice amigo de la panadera y me fían los cafés en la esquina.
- ...
- ¿Sabes que pasa, China? Para mí yo hace mucho tiempo que creo que estoy partido en dos, uno es el Alberto y otro el Paquito; Paquito era de chico, cuando vivía con mis viejos, cuando iba a la universidad, cuando no me mandaba tantas cagadas. Bueno, en realidad me las mandaba a tiro, pero no decepcionaba a nadie con esas cagadas, no lloraba nadie. Después me casé, fui maestro, y estuve preso un par de años. Esa es mi otra parte, el Alberto, o mejor dicho "la razón para llorar o para agregarle a la verdadera razón de llorar, la excusa para llorar o seguir llorando cuando necesito llorar porque a veces necesito llorar" de los que yo quiero, todos lloran. Y no tengo ganas de volver a una casa de lágrimas. Por eso, vos decime Paquito, cuentas claras y vos no llorás, que sos tan jovencita. ¡Mirá como llueve ya! Y, ¿Vos qué estudias?
- Teatro.
-Qué belleza, ¿Y te gusta?
Nadie nunca me preguntó eso de primera.
- Si, me encanta, todo es hermoso.
- Yo estuve enamorado de una actriz, ¡Vos vieras que linda! Linda como eran antes, yo me imaginaba que quedaba dibujado el aire cuando ella actuaba, entonces cuando terminaba caminaba, a ver si se me pegaba un poco a mí que era tan boludo. La empecé a seguir, me hice amigo de las amigas, ella pensaba que yo era medio medio, ¿viste? Paquito se ríe y mira al cielo, no deja de mirar al cielo desde que dijo la palabra "actriz", sigue. Era colorada, y tenia, no sé, ochenta pecas en la cara, yo le escribía poemas y se los dejaba en la casa... Usaba de esos chalecos tejidos de varios colores, era menudita la guacha, siempre la cargaban. Hablaba y me volvía loco, quedaba tonto. Después se la llevaron los milicos, viste. Al principio yo creía que había enamorado a alguno, peor que a mí y se habían escapado... Cuando abrí los ojos, qué, me partí al medio, no entendía nada en este país de mierda... Bueno, al final te terminé contando todo. Digamos que después de esto nace Alberto, el que no quiere volver a la casa, vos podés creer.
No le contesto, le caen gotas en los hombros de la camisa celeste, tiro un poco de yerba. El sigue: Al final, uno labura cuarenta, cincuenta años y no quiere volver a la casa en la que no podía dejar de pensar cuando laburaba... Por boludo nomás, o por creer en qué se yo, yo supe creer en muchas cosas, pero viste que cuando uno se decepciona con uno mismo entonces ahí  arranca... Ya te estoy hablando de cualquier cosa, "qué tipo raro este", debes estar pensando.
- Por mí siga nomás, me encantan las historias.
- ...
Le cebo otro mate, ya nos estamos mojando más, me ofrece unas mentitas de cajita, se ríe.
- Van a pensar que estamos locos.
- ¿Quién? No hay nadie en la calle, es domingo y está lloviendo.

Vuelvo a mi casa, empiezo a llorar.
No lloro por Alberto ni por Paquito, lloro porque todos, a la larga o a la corta, estamos un poco partidos.

domingo, 26 de noviembre de 2017



25 de noviembre, la marcha termina en la plazoleta, no tengo más agua en el termo, busco un tacho para tirar la yerba, pero nunca la tiro. En el camino escucho algo y lo garabateo en la libretita, la negra con flores, sentada en silencio en el cantero de un árbol. Últimamente se me descomponen un poco las creencias. Y ahí es cuando la veo; una mujer morena, con los ojos pintados en verde y una pollera de desdoble, gritando enojada, estaba furiosa... Era feminista.

La seguí con mis ojos, me daba un poco de miedo; no ella, no la existencia de ese ardor en sus entrañas, la forma en que se dilataba una vena en la frente o la de la garganta, la yugular. Me da miedo que exista el sistema devorador y absurdo que lo causa. Tenía la frente transpirada y la cara con el pegote del calor de la capital.
Cuando terminó la canción, un muchacho de rulos y una remera de Manu Chao le acerca un bolso con unos trencitos pintados a mano y un bebé, su hijo.
La mujer lo mira y llora, y lo abraza y llora más. El niño golpea levemente el rostro de su mamá y a mi me da la impresión de que le pide que no se rinda. Ella le dice algo, quizás por su dicción poco clara o mi enorme emoción, no puedo entender qué, tampoco lo necesito, entendía la ternura... Lo importante.
Es ternura, claro, es tierna la piel de ese bebé, la manito empapada, los trencitos, el sudor y las lagrimas timidas del rostro de su mamá, y son tiernas las palabras de la madre a ese niño. Le pregunta ella a su compañero si la aguanta un ratito más, "cómo no mi negra, venga usted" le responde, agarra a la criatura y le besa la frente, se ríen.
Parece inverosímil a todo lo que los rodea, los gritos, las bocinas, los saltos, las zapatillas sucias, la piba que pasó antes por Gral. Paz y 27 de Abril y gritó "¡Las van a seguir matando!". Parece desubicado, pero como las florcitas magentas, las que son yuyo, que salen en el medio de los pastizales secos en el campo, es una simbiosis.
Viene una compañera y le da un cartel, "Aborto legal para dejar de morir" dice, ella besa a su bebé y empieza a caminar, lo mira de reojo, con el cartel en la mano le hace ojitos y abre y cierra la otra mano como juntando montoncitos en el aire... de vuelta la ternura.


Se fueron de mi vista, quedé sentada en el cordón con la libreta en la mano, y el mate tumbado sobre la mochila, pensando que esa ternura; ella, él, el bebé, su compañera y el cartel, es el feminismo.


Pero primero hay que parir.

jueves, 3 de agosto de 2017

perdí la libreta.

Quizás la poesía.

Tal vez la capacidad,

                                                (ahora que lo pienso...)

la capacidad de escrib

domingo, 2 de julio de 2017

tengo cortinas verdes, verde manzana.


y un termo que aúlla en susurros ruido a mar.
                                                                                       Las gaviotas me las invento.
                                                                                                (y me encanta)

miércoles, 19 de abril de 2017

no te alejes tanto,
esperame mientras lustras tus zapatos
en alguna esquina de la vida,
esperame cerca,
que el tránsito no está pesado.

no hay embotellamientos,
ni lunas que atraigan al mar.

esperame
esperame, que te cuento
y no te digo nada.

te hago una casa
te hago una casa dentro mío
con mi carne,
con mis pieles
lo mejor

no te acerques al calor
ni a las alcantarillas

no te prendas al ambar
no te entregues al poeta

quedate
quedate y esperame

que voy a volver,
vas a volver a mí,

porque las penas esperan y vuelven.
porque las lagrimas deberían hacer lo mismo

                                      ☼☼☼

A mi gran compañero, que pega para no llorar y le encanta la poesía.

Donde se apoya el cielo
Donde mis ojos se columpian.

Algo se quiebra donde tu corazón palpita
Algo se deshidrata en tu estómago
Tus pulmones se volvieron chicharras
Todo borroso al paso calamitoso de la desdicha

Veo brillar aquellos elíptico ventanales
Ojos de vitreaux, verdes, marrones
Todo depende del sol,
pero el sol no está, esta la lluvia abrazando el color.

Y ahí están, columpiandose
Sintiéndose honradas de su sal y su agua
Se despliegan, parten mi alma
Es hora de irme

Con la yema de mis dedos
Intercepto su rodar
No pararon, ahí vienen más.  
Tranquilo, no las limpies.
Los hombres también puede  llorar.



miércoles, 29 de marzo de 2017

Es fortuita tu ficción para mi voraz corazón jauría.
No así tu piel, enmarañada de abismos, laberintos de oropel que el agua quema como a las brujas.
No así tu piel, porque desdeña mi carne y toda mi integridad, se revuelca con mis fibras más poderosas y les hinca en una acupuntura exacta esquirlas de hierro molido que lastiman cada órgano vital, y me hace morir. Y aunque mi corazón revive por la fuerza del tiempo que guardé en una taza de té, ya nada es lo mismo.
No así tu piel, porque encierra tu mente y la deja salir para pegarse a mi bello, y entrar por mis poros, directo a mi sangre.

¡No importa! Alejaré mi mente de la tuya, aunque eso nada tenga que ver con mover el cuerpo.

Porque el cuerpo inmóvil en un zapallo anaranjado, y la mente volando junto a las polillas rezagadas cerca de los cables del teléfono, ahí estás.  Estás-

Estás.


¡La puta madre! Hay cosas que nunca mueren